Un pedacito de Francia que ha sabido adaptarse muy bien a las palmeras de Miami Beach
Una de las cosas que menos me gusta de Miami es que tiene muy pocos cafecitos bohemios donde pueda sentarme a leer toda la tarde. Abundan, sí, los Starbucks, pero esas factorías de café que han colonizado la ciudad por sus cuatro costados —y a las que, por cierto, destino prácticamente la mitad de mi salario— son más una suerte de mobile office para empresarios que giran en círculos con el celular en el oído,…
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